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Tratamientos psicológicos eficaces. La importancia de una adecuada evaluación psicológica

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Cuando las personas acuden a un tratamiento psicológico, normalmente lo hacen en un momento de gran malestar y urgencia. En este contexto, quien usa servicios de psicología busca una solución inmediata, salir de la primera consulta con las respuestas a su problema. Sin embargo, esto no suele ser así; la mayoría de profesionales insistimos en dedicar un periodo de tiempo a la evaluación del problema de cada paciente, un proceso que puede impacientar a algunas personas. Además, la evaluación exige habitualmente aplicar cuestionarios y registros tediosos, así que mucha gente se preguntará por qué no podemos empezar a intervenir desde el principio basándonos en que la persona tiene “depresión” o “ansiedad”.

–       Limitaciones del diagnóstico:

Los trastornos psicológicos son habitualmente entidades complejas, muy variables en su presentación incluso si reciben la misma etiqueta diagnóstica. Por ello, un diagnóstico como “depresión” o “agorafobia” es una descripción demasiado breve del problema, y no es suficiente para entender las verdaderas causas que lo producen y mantienen; eso sólo puede conseguirse mediante una adecuada formulación del caso.

–       Tratamientos individualizados:

La formulación permite integrar los elementos necesarios para crear una “teoría” del problema sobre la que proponer un tratamiento individualizado. Sin entender adecuadamente el funcionamiento de un problema, las soluciones que podamos poner en marcha serán parciales, orientadas a los síntomas y no a las causas. Esto puede resultar ineficaz o, en algunos casos, incluso contraproducente.

–       Fundamentación científica:

Puesto que la formulación resulta tan importante, es crucial dedicarle la debida atención. Para ello, es preciso que quien realiza la formulación maneje las teorías y modelos de los problemas psicológicos y que valore con precisión la presencia de determinados procesos. En esta tarea el uso de las herramientas adecuadas tiene una importancia capital. Aquí es donde hacen su entrada los registros, cuestionarios y entrevistas que se emplean en el proceso de evaluación.

–       Registros, cuestionarios y entrevistas:

La psicología científica lleva décadas refinando y mejorando las herramientas que están a nuestra disposición para evaluar los problemas y procesos psicológicos. Un cuestionario o escala no es sólo un conjunto de preguntas, sino que tras el test se esconden estudios de validación, índices psicométricos… todo un complejo proceso para, partiendo de teorías psicológicas, obtener una prueba que resulte fiable y arroje conclusiones válidas. Lo mismo puede decirse de los registros y entrevistas que se aplican  en la consulta.

Precisamente por eso, no vale cualquier cuestionario, y muchos de los que se consideran tradicionalmente unidos a la imagen del psicólogo están obsoletos desde un punto de vista práctico, teórico y técnico.

–       Evaluación en el tiempo.

Pero los cuestionarios y la evaluación no desaparecen con las primeras sesiones; es preciso seguir la evolución de los problemas y procesos a lo largo de todo el tratamiento. Una evaluación continuada permite detectar de un modo preciso y temprano los indicadores de que el tratamiento surte efecto o que, por el contrario, es preciso introducir cambios. Frente a los sesgos en los que puede caer psicólogo y paciente, las pruebas ofrecen una medida fiable y objetiva del cambio. El seguimiento es imprescindible para asegurarnos del mantenimiento de los logros de la terapia.

–       El futuro.

Hoy por hoy la evaluación sigue siendo un proceso necesario, pero a veces demasiado largo para la paciencia de quien está pasándolo mal. Por ello la evaluación psicológica sigue en evolución para obtener herramientas más rápidas y eficientes, actualizadas respecto a las teorías psicológicas, y aprovechar los avances en las nuevas tecnologías para reducir los tiempos y facilitar las tareas propias de la evaluación.

Cómo puede ayudarte la psicología al tratamiento del dolor crónico

by Jimbo

by Jimbo

La experiencia del dolor crónico

En situaciones de dolor crónico puede aparecer una magnificación de la experiencia de dolor debido al largo periodo de tiempo en que los síntomas no se han aliviado. Esta experiencia puede verse reforzada por circunstancias tales como el entorno (cambios del tiempo), las expectativas («Si tengo este dolor, ¿no será que estoy haciendo algo mal?»), una búsqueda de significado («¿Por qué a mí?»), y/o normas culturales («Lo que cuesta hay que sufrirlo»). Sus percepciones (creencias, actitudes, estado anímico) afectan en gran manera a su experiencia de dolor crónico.

Cuando el sistema del dolor funciona bien, actúa como señal de alarma de algún peligro o daño. En cambio, cuando el sistema se desborda o empieza a responder indiscriminadamente, puede revelar la presencia de estrés físico o emocional. Como resultado, la persona experimentará aún más síntomas (como cansancio, tensión muscular o insomnio). Estos síntomas adicionales son el resultado del estrés que el dolor crónico produce.

El tratamiento del dolor crónico

En los últimos 35 años , el tratamiento de los pacientes con dolor crónico ha experimentado mejoras muy importantes debido fundamentalmente al cambio del concepto de dolor. Se ha pasado de aplicar un tratamiento paliativo unicamente centrado en tratamientos medico-farmacológicos a emplear una aproximación multidisciplinar en la que distintos profesionales como fisioterapeutas y psicólogos trabajan en conjunto para conseguir resultados más eficaces y duraderos.

Durante meses o años, la persona con dolor crónico ha ido experimentando un estímulo doloroso de manera constante. Esto afecta a diferentes aspectos de la vida de la persona que lo sufre:

• En el plano biológico, vive con una señal que normalmente requiere una exclusiva atención y urgencia.
• En el psicológico, experimentará emociones como ansiedaddepresión y abandono.
• En el nivel conductual, probablemente comenzará a volverse menos sociable; habrá abandonado ciertas actividades o la compañía de los demás.
• Cognitivamente, puede llegar a creer que es incapaz de asumir ningún reto, o habrá agotado su ingenio imaginando cómo salir de esta situación.
• En el nivel espiritual, seguramente se sentirá abandonado y abatido. Y culturalmente, se encontrará luchando contra las normas o expectativas que regulan el sufrimiento.

Cómo puede ayudarme la psicología

La psicología pone al servicio del tratamiento del dolor técnicas como la respuesta de relajación o los ejercicios de respiración, para ayudar a contrarrestar los síntomas del estrés que habitualmente mantienen y amplifican la experiencia del dolor.
Algunas de las metas que se plantea la psicología son las siguientes:

• Comprender la experiencia del dolor de manera multidisciplinar.
• Aumentar de diversas maneras el nivel de realización de actividades placenteras así como las relaciones sociales, posibilitando una salida al estado de aislamiento en el que progresivamente va sumergiendo el dolor a las personas.
• Controlar la manera en que estas deben avanzar hacia la realización de actividades, a interpretar sus sensaciones de dolor, y a añadir actividades placenteras y ejercicio en sus hábitos diarios.
• Identificar y cambiar los pensamientos negativos o de derrota, así como las distorsiones de lo que realmente está sucediendo.
• Mejorar las habilidades comunicativas para estimular la autoestima y la asertividad requerida para identificar necesidades y expresarlas.
• Aprender técnicas de solución de problemas para enfrentarse al dolor permitiendo que la persona participe de nuevo en la sociedad de una manera plena, y también que pueda conseguir las metas que se había propuesto.

Tengo Fribromialgía ¿y ahora qué?

Fibromialgia Pequeño

Probablemente esta sea la pregunta que se hacen muchas personas cuando llegan a casa tras recibir un diagnóstico de Fibromialgia o cualquier otro tipo de enfermedad crónica similar: ¿y ahora qué?

Es difícil no plantearse esta cuestión cuando el dolor ha dejado de ser un síntoma para convertirse en una enfermedad. Y más aún cuando no existe un tratamiento médico eficaz y definitivo que pueda solucionar el problema.

En este sentido, hablar de dolor crónico hace referencia una sensación de malestar con una duración superior a 6 meses y que no responde a las terapias convencionales para su control, como son la cirugía, medicamentos, reposo,  fisioterapia u otros medios.

No obstante desde la psicología, se ofrece una vía alternativa para, si bien no eliminar dicho malestar por completo, poder convivir con él de forma que interfiera lo menos posible en el ritmo diario del individuo. Por tanto, la respuesta que nosotros damos a la pregunta que planteábamos al inicio sería la siguiente: aprender a manejar y convivir con el dolor, de manera que el impacto de este en la vida diaria  sea lo más reducido posible, permitiendo la calidad de vida de la persona.

Está claro que cada persona posee una situación distinta: más o menos recursos (ya sean económicos, sociales, relacionados con habilidades de afrontamiento, etc.) una visión personal del mundo e incluso de los propios recursos de que se disponen, un estilo determinado de vida, etc. En función de estas características, cada persona requerirá de técnicas o adaptaciones más específicas, aunque también se observan muy buenos resultados dentro de las terapias grupales en esta área de manejo del dolor, lo que supone una opción más a contemplar.

De forma global, la intervención psicológica va a estar dirigida en un primer momento, a que la persona comprenda cómo es el mecanismo del dolor, para en un segundo lugar aprender y emplear diferentes estrategias (focalización atencional, etc.) que permitan modular su intensidad y frecuencia, así como la de las variables que intervienen fomentando la aparición del mismo (como pueden ser la ansiedad o los continuos pensamientos negativos, por ejemplo) lo cual va a permitir en muchos casos reducir la ingesta de fármacos (una de las demandas más habituales). Por otra parte, también se tratará de hacer frente a los posibles problemas concomitantes, como puede ser un estado de ánimo deprimido, aislamiento social, etc.

En definitiva, a pesar de tratarse de una enfermedad crónica (ya sea fibromialgia, artritis reumatoide…) que no responde a los llamados “ tratamientos convencionales” es importante no olvidar que existen técnicas (además de carácter inocuo, esto es sin efectos secundarios) que pueden ayudarle a mejorar su calidad de vida, pues lo importante es que no sea el dolor quien domine su vida sino usted mismo.

Apoyo psicológico en el cáncer de mama

Tal como informa la AECC, “El cáncer de mama es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales. En España se diagnostican alrededor de 22.000 nuevos cánceres de mama al año.”

Aunque este dato aun es alarmante, es importante no olvidar los avances conseguidos hasta la fecha, no solo a nivel médico sino también en cuanto a la vivencia de la enfermedad, gracias a la incorporación del apoyo psicológico a lo largo de todo el proceso.

Según la Federación Española de Cáncer de Mama El 80% de las mujeres con cáncer de mama reciben atención psicológica, siendo cada vez mayor el número de personas que solicitan esta ayuda por iniciativa propia”.

¿En qué consiste el apoyo psicológico en el cáncer de mama?

La respuesta es sencilla: busca mejorar el bienestar físico, psicológico o emocional, no sólo de la paciente sino también de su familia.

De forma más específica, se trata de ayudarles a aprender la mejor forma de sobrellevar no solo los cambios físicos, sino también los emocionales, adaptándose a un nuevo estilo de vida, así como los tratamientos médicos y sus efectos que a menudo pueden resultar dolorosos y traumáticos.

¿Por qué es importante?

El diagnóstico de cáncer de mama probablemente sea uno de los momentos de mayor impacto para una mujer, un punto de inflexión en el que comienzan a activarse gran variedad de interrogantes y emociones (miedo, tristeza, frustración, culpa, incertidumbre).

Es fundamental ayudar a la paciente a soportar lo mejor posible su diagnóstico y tratamiento, disminuir los sentimientos de indefensión e incertidumbre, la ansiedad y el temor al tratamiento. Aclarar dudas y preocupaciones y corregir percepciones erróneas. Se tata de fomentar la sensación de control, no tanto de eliminar por completo  el temor, la ansiedad o el estrés, pues son respuestas naturales ante un evento como este, sino de aprender a manejarlos y convivir con ellos.

En este punto cabe destacar el sufrimiento que puede generar en la paciente los cambios a nivel físico como consecuencia las intervenciones quirúrgicas y el tratamiento adyuvante (mastectomía, cicatrices, caída de pelo…) de manera que este será un punto importante a tratar llegado el momento, dado el impacto negativo que puede tener tanto a nivel personal (calidad de vida, autoestima, auto concepto) como a nivel relacional (pareja, trabajo…)

¿Solo debe recibir apoyo psicológico la paciente?

Dado que el cáncer de mama no sólo afecta a la vida de la persona que lo padece, sino que también afecta a la vida familiar y conyugal, tanto la familia como la pareja (sobretodo esta última) deberán adaptarse también a la nueva situación y en ese aspecto, es importante que reciban el apoyo adecuado en los distintos aspectos que sean necesarios. El miedo, la tristeza, la desesperación e incluso la sensación de sobrecarga son emociones frecuentes entre los familiares. El hecho de no saber cómo actuar, también es un tema a abordar y que puede mejorar notablemente el afrontamiento de este proceso.

¿Puede ayudar a conciliar la vida en pareja?

El tratamiento en el cáncer de mama (cirugía, quimioterapia, terapia hormonal, etc) frecuentemente genera cambios en la paciente que terminan afectando en su relación de pareja (disminución del deseo sexual, dificultad para tener hijos, insatisfacción con la imagen corporal, irritabilidad, cansancio, soledad, etc).  Por tanto, a menudo es  necesario ofrecer un espacio común de desahogo y comprensión donde se puedan abordar entre otras cosas, los cambios a nivel emocional y conductual, la comunicación, la necesidad del apoyo mutuo y social, reorganizar valores y prioridades, etc.

Resumiendo…

El apoyo psicológico es una herramienta para ayudar la paciente y a su entorno a sobrellevar la enfermedad de la mejor forma posible, aún terminado el tratamiento médico ya que la recuperación y adaptación, a nivel emocional puede requerir más tiempo que la recuperación física, por el temor a la reaparición de la enfermedad, la dificultad para reincorporarse a la “vida normal”, dificultad para aceptar los cambios físicos, etc.

No se trata de aprender a no sufrir, se trata de aprender que aun sufriendo en algunos momentos aún hay espacio para una vida entera.

Adolescencia. Guía para comprenderla

La adolescencia es un periodo evolutivo que se caracteriza por cambios físicos asociados con la pubertad, por el avance de las habilidades cognitivas como la empatía o la autoconciencia y por cambios importantes en las relaciones interpersonales (Oliva, 1999).

Requiere la adopción de nuevos roles sociales. Por ello, es considerada una etapa clave para el aprendizaje de habilidades interpersonales específicas (Hansen, Nangle y Meyer, 1998).

En primer lugar, a medida que los niños se hacen mayores sus actividades dejan de estar centradas en casa para desplazarse al grupo de iguales y a la comunidad, por lo que además del cambio en las relaciones ya existentes, se produce una ampliación y diversificación de su red de relaciones sociales, es decir, los adolescentes se exponen a un amplio abanico de nuevas situaciones sociales (bares, fiestas, etc.) durante las cuales se relacionan con personas desconocidas o no allegadas (Kimmel y Weiner, 1998).
En segundo lugar, los adolescentes adquieren una autonomía cada vez mayor respecto a sus padres. Este hecho ha dado lugar a que durante años se considerase la adolescencia una etapa caracterizada por el conflicto entre los adolescentes y sus padres. Sin embargo, los datos disponibles hoy en día nos permiten sostener la idea de que durante la adolescencia tienen lugar una serie de cambios en la relación que establecen con sus padres, pero éstos no tiene que ser necesariamente conflictivos sino más buen necesarios y saludables para el desarrollo del individuo.

En esta etapa, los adolescentes se vuelven más asertivos, pasan más tiempo fuera de casa y disminuye el número de interacciones positivas con sus padres. Los conflictos suelen relacionarse con aspectos de la vida cotidiana tales como las tareas de la casa, las amistades, la forma de vestir o la hora de volver a casa (Galambos y Almeida, 1992).

Por otro lado, las relaciones entre hermanos tienen una influencia considerable en el desarrollo del adolescente (Buhrmester y Furman, 1990). Los hermanos, a menudo, se proporcionan amistad y compañía y favorecen el desarrollo de las relaciones afectivas significativas. Actúan como confidentes, comparten experiencias y se ayudan frente a los problemas (Rice, 1997). El conflicto entre hermanos es habitual al inicio de la adolescencia y va disminuyendo a medida que van madurando.

En tercer lugar, a pesar de que la familia sigue ocupando un lugar preferente como contexto socializador en la medida en que se van desvinculando de los padres las relaciones con los compañeros ganan importancia, intensidad y estabilidad y el grupo de iguales se convierte en el contexto de socialización más importante (Oliva, 1999; Rice, 1997).

Como consecuencia de la maduración cognitiva y del tiempo que dedican a hablar de sí mismos, los adolescentes irán comprendiéndose mejor unos a otros basándose su relación en la reciprocidad y el apoyo mutuo. También aumentará la intimidad en sus relaciones, sobre todo entre las chicas durante la adolescencia temprana y media.

Según numerosos investigadores, resulta erróneo pensar que los vínculos con el grupo de iguales suponen una disminución de la influencia de los padres (Rice, 1997). Por el contrario, cabe pensar que padres y amigos no compiten entre sí, sino que representan influencias complementarias que satisfacen diferentes necesidades del adolescente. La fuente de mayor influencia varía según el asunto del que se trate. De esta manera es más probable que escuchen antes a sus padres que a los compañeros cuando se trata de cuestiones morales, educativas o las relacionadas con el dinero o con el control de las relaciones interpersonales distintas de las que tienen que ver con los compañeros. Por el contrario, los adolescentes son más susceptibles de escuchar a sus compañeros cuando se trata de elegir amigo, controlar las relaciones con estos o pasar el tiempo libre (Kimmer y Weiner, 1998).

En cuarto lugar, el grupo de iguales también va a experimentar una evolución a lo largo de la adolescencia, pasando una serie de etapas, desde la pandilla unisexual, en la adolescencia temprana hasta la aparición de las relaciones de pareja, en la adolescencia media-tardía. El aumento del impulso sexual, unido a la imitación de los comportamientos adultos, va a favorecer que chicos y chicas empiecen a acercarse con interés al otro sexo (Oliva, 1995).

Aunque existen diferencias entre adolescentes, la mayoría de las chicas empiezan a tener primeras citas entre los 12 y 14 años, mientras que los chicos lo hacen más tarde, entre los 13 y 15 años.

Finalmente, durante la adolescencia temprana va a tener lugar una importante transición en relación con el contexto educativo. Suele ocurrir que, bien al inicio de la educación secundaria (12 -13 años), bien cuando comienza el segundo ciclo de este tramo (14 -15 años) se produce el cambio de la escuela al instituto. El cambio de centro va a suponer una dispersión o ruptura del grupo de amigos, constituido alrededor de la clase o de las actividades extraescolares. Esta desestructuración puede repercutir negativamente en la adaptación a la nueva situación. Además, con la llegada del instituto, también se van a producir cambios importantes en el funcionamiento de las aulas. Concretamente, durante esta etapa, los alumnos tienen un papel mucho más activo y participativo, lo cual significa que deben enfrentarse a toda una serie de actuaciones en público, por ejemplo exponer su punto de vista u opinión delante de la clase o en alguna asamblea de estudiantes.

Durante la adolescencia los jóvenes se hacen conscientes de facetas relacionadas con la auto imagen y la auto identidad, adquiriendo gran relieve y motivo de preocupación aspectos relativos a la apariencia física, la competencia social y el miedo a la evaluación negativa que pueden hacer los demás. La maduración cognitiva proporciona la capacidad de que el adolescente se vuelva más sensible que antes a lo que piensan otras personas, y las necesidades de pertenencia al grupo de compañeros hacen que se preocupe de causar buena impresión.

Además este desarrollo cognitivo permite al adolescente ser mucho más consciente de la discrepancia entre cómo se ve a sí mismo y cómo cree que lo ven los demás (Bados, 2001). Debido a esta autoconciencia, los adolescentes pueden mostrar una escasa participación en el aula y pueden inclinarse por no preguntar al profesor por miedo a parecer ridículos o estúpidos, lo cual podría derivar en un abandono de los estudios y/o un bajo rendimiento escolar (Francis y Radka, 1995).

¿Cuando necesito pedir ayuda?

Cuando observamos que nuestro hijo/a comienza a aislarse de los demás, no acepta su imagen corporal o presenta signos de baja autoestima o fracaso en los estudios podemos estar frente a una crisis “normal” producto de los cambios que atraviesa.
Sin embargo, en los casos en que estos aspectos se acentúan y mantienen en el tiempo pueden dar lugar a trastornos en el estado de ánimo, y trastornos de la alimentación o problemas de baja autoestima.
En estos casos es importante la intervención precoz para evitar el desarrollo de trastornos psicológicos y su cronificación. Es recomendable consultar a un profesional.

Los problemas psicológicos más frecuentes en la adolescencia son los siguientes: ansiedad, estrés, agresividad, depresión, manías y obsesiones, relaciones con los amigos, problemas familiares, timidez, baja autoestima, trastornos de la autoimagen y de la alimentación.