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Celos entre Hermanos

Celos entre hermanos

Celos entre hermanos

Los celos y la rivalidad entre hermanos la debemos entender como un hecho natural y normal, que no podemos evitar que suceda, independientemente de la edad. Forma parte de una etapa normal y necesaria en el desarrollo evolutivo y ayuda a los niñas/os a madurar emocionalmente.

Cada individuo es único y quiere ser único para los demás, sobre todo para aquellas personas que son significativas en su vida y a las que ama.

Cuando alguien tiene la percepción de que deja de ser amado, atendido, querido… por la persona “amada” porque existe otra persona que “rivaliza” por su atención y cariño, se producen los CELOS. Es un estado subjetivo.

Cuando se desarrolla la capacidad de admitir la existencia de los otros, estos miedos desaparecen, pero cuando hay intensos sentimientos de inseguridadhostilidad, autocompasión e incluso depresión, porque queremos ejercer un control absoluto sobre la “otra persona”, estos celos son patológicos.

Tod@s necesitamos tener un papel o “rol” en nuestra familia, y cada individuo intentará marcar “la diferencia” que le haga único, para conseguir la atención y el amor de sus seres queridos. Nuestros hijas/os “rivalizarán” por conseguir que su “rol” capte nuestra atención y amor.

Algunas de las conductas que manifiestan celos entre hermanos son transitorias y puntuales, pero si persisten es necesario reforzar la autoestima del niño, darle seguridad y afecto, establecer una eficaz comunicación de sentimientos y empatizar con ellos.

Las pautas básicas de prevención ante las riñas de nuestros hijas/os deben ser hacerles sentirse únicos y especiales, dedicándoles un tiempo exclusivo y evitando las comparaciones. Además es importante no intervenir sistemáticamente, ni de inmediato, hay que intentar que ellos solucionen sus problemas o diferencias.

Cuando se dé un comportamiento incorrecto, inaceptable y/o disruptivo, que requiere intervención inmediata, la primera estrategia es “parar la situación”, separándoles si se están pegando o haciéndoles callar si se están insultando abusivamente, y establecer un “tiempo fuera”, para calmar la situación y ayudar a la reflexión.

La relación entre los hermanos debemos hacer que sean fluidas y positivas.
Algunas estrategias para mejorar la relación son:

  • No forzar la interacción
  • Aceptar sus sentimientos
  • No “echar culpas
  • No juzgar
  • No etiquetar
  • No proteger ni pegar
  • Utilizar el sentido del humor
  • Programar actividades familiares
  • Consultar con los hijas/os y tener en cuenta sus intereses
  • Invitarles a comunicar sentimientos
  • Sacar siempre conclusiones positivas

Adolescencia. Guía para comprenderla

La adolescencia es un periodo evolutivo que se caracteriza por cambios físicos asociados con la pubertad, por el avance de las habilidades cognitivas como la empatía o la autoconciencia y por cambios importantes en las relaciones interpersonales (Oliva, 1999).

Requiere la adopción de nuevos roles sociales. Por ello, es considerada una etapa clave para el aprendizaje de habilidades interpersonales específicas (Hansen, Nangle y Meyer, 1998).

En primer lugar, a medida que los niños se hacen mayores sus actividades dejan de estar centradas en casa para desplazarse al grupo de iguales y a la comunidad, por lo que además del cambio en las relaciones ya existentes, se produce una ampliación y diversificación de su red de relaciones sociales, es decir, los adolescentes se exponen a un amplio abanico de nuevas situaciones sociales (bares, fiestas, etc.) durante las cuales se relacionan con personas desconocidas o no allegadas (Kimmel y Weiner, 1998).
En segundo lugar, los adolescentes adquieren una autonomía cada vez mayor respecto a sus padres. Este hecho ha dado lugar a que durante años se considerase la adolescencia una etapa caracterizada por el conflicto entre los adolescentes y sus padres. Sin embargo, los datos disponibles hoy en día nos permiten sostener la idea de que durante la adolescencia tienen lugar una serie de cambios en la relación que establecen con sus padres, pero éstos no tiene que ser necesariamente conflictivos sino más buen necesarios y saludables para el desarrollo del individuo.

En esta etapa, los adolescentes se vuelven más asertivos, pasan más tiempo fuera de casa y disminuye el número de interacciones positivas con sus padres. Los conflictos suelen relacionarse con aspectos de la vida cotidiana tales como las tareas de la casa, las amistades, la forma de vestir o la hora de volver a casa (Galambos y Almeida, 1992).

Por otro lado, las relaciones entre hermanos tienen una influencia considerable en el desarrollo del adolescente (Buhrmester y Furman, 1990). Los hermanos, a menudo, se proporcionan amistad y compañía y favorecen el desarrollo de las relaciones afectivas significativas. Actúan como confidentes, comparten experiencias y se ayudan frente a los problemas (Rice, 1997). El conflicto entre hermanos es habitual al inicio de la adolescencia y va disminuyendo a medida que van madurando.

En tercer lugar, a pesar de que la familia sigue ocupando un lugar preferente como contexto socializador en la medida en que se van desvinculando de los padres las relaciones con los compañeros ganan importancia, intensidad y estabilidad y el grupo de iguales se convierte en el contexto de socialización más importante (Oliva, 1999; Rice, 1997).

Como consecuencia de la maduración cognitiva y del tiempo que dedican a hablar de sí mismos, los adolescentes irán comprendiéndose mejor unos a otros basándose su relación en la reciprocidad y el apoyo mutuo. También aumentará la intimidad en sus relaciones, sobre todo entre las chicas durante la adolescencia temprana y media.

Según numerosos investigadores, resulta erróneo pensar que los vínculos con el grupo de iguales suponen una disminución de la influencia de los padres (Rice, 1997). Por el contrario, cabe pensar que padres y amigos no compiten entre sí, sino que representan influencias complementarias que satisfacen diferentes necesidades del adolescente. La fuente de mayor influencia varía según el asunto del que se trate. De esta manera es más probable que escuchen antes a sus padres que a los compañeros cuando se trata de cuestiones morales, educativas o las relacionadas con el dinero o con el control de las relaciones interpersonales distintas de las que tienen que ver con los compañeros. Por el contrario, los adolescentes son más susceptibles de escuchar a sus compañeros cuando se trata de elegir amigo, controlar las relaciones con estos o pasar el tiempo libre (Kimmer y Weiner, 1998).

En cuarto lugar, el grupo de iguales también va a experimentar una evolución a lo largo de la adolescencia, pasando una serie de etapas, desde la pandilla unisexual, en la adolescencia temprana hasta la aparición de las relaciones de pareja, en la adolescencia media-tardía. El aumento del impulso sexual, unido a la imitación de los comportamientos adultos, va a favorecer que chicos y chicas empiecen a acercarse con interés al otro sexo (Oliva, 1995).

Aunque existen diferencias entre adolescentes, la mayoría de las chicas empiezan a tener primeras citas entre los 12 y 14 años, mientras que los chicos lo hacen más tarde, entre los 13 y 15 años.

Finalmente, durante la adolescencia temprana va a tener lugar una importante transición en relación con el contexto educativo. Suele ocurrir que, bien al inicio de la educación secundaria (12 -13 años), bien cuando comienza el segundo ciclo de este tramo (14 -15 años) se produce el cambio de la escuela al instituto. El cambio de centro va a suponer una dispersión o ruptura del grupo de amigos, constituido alrededor de la clase o de las actividades extraescolares. Esta desestructuración puede repercutir negativamente en la adaptación a la nueva situación. Además, con la llegada del instituto, también se van a producir cambios importantes en el funcionamiento de las aulas. Concretamente, durante esta etapa, los alumnos tienen un papel mucho más activo y participativo, lo cual significa que deben enfrentarse a toda una serie de actuaciones en público, por ejemplo exponer su punto de vista u opinión delante de la clase o en alguna asamblea de estudiantes.

Durante la adolescencia los jóvenes se hacen conscientes de facetas relacionadas con la auto imagen y la auto identidad, adquiriendo gran relieve y motivo de preocupación aspectos relativos a la apariencia física, la competencia social y el miedo a la evaluación negativa que pueden hacer los demás. La maduración cognitiva proporciona la capacidad de que el adolescente se vuelva más sensible que antes a lo que piensan otras personas, y las necesidades de pertenencia al grupo de compañeros hacen que se preocupe de causar buena impresión.

Además este desarrollo cognitivo permite al adolescente ser mucho más consciente de la discrepancia entre cómo se ve a sí mismo y cómo cree que lo ven los demás (Bados, 2001). Debido a esta autoconciencia, los adolescentes pueden mostrar una escasa participación en el aula y pueden inclinarse por no preguntar al profesor por miedo a parecer ridículos o estúpidos, lo cual podría derivar en un abandono de los estudios y/o un bajo rendimiento escolar (Francis y Radka, 1995).

¿Cuando necesito pedir ayuda?

Cuando observamos que nuestro hijo/a comienza a aislarse de los demás, no acepta su imagen corporal o presenta signos de baja autoestima o fracaso en los estudios podemos estar frente a una crisis “normal” producto de los cambios que atraviesa.
Sin embargo, en los casos en que estos aspectos se acentúan y mantienen en el tiempo pueden dar lugar a trastornos en el estado de ánimo, y trastornos de la alimentación o problemas de baja autoestima.
En estos casos es importante la intervención precoz para evitar el desarrollo de trastornos psicológicos y su cronificación. Es recomendable consultar a un profesional.

Los problemas psicológicos más frecuentes en la adolescencia son los siguientes: ansiedad, estrés, agresividad, depresión, manías y obsesiones, relaciones con los amigos, problemas familiares, timidez, baja autoestima, trastornos de la autoimagen y de la alimentación.

Trastornos de conducta

Niña con gesto de enfado. Fotografía de Divine_in_the_Daily

Niña con gesto de enfado. Fotografía de Divine_in_the_DailyTrastorno negativista-desafiante

Los niños que presentan este trastorno, no sólo no obedecen las normas sino que se muestran desafiantes con la figura de autoridad. Su comportamiento a menudo es hostil y no son capaces de negociar ni con los adultos ni con otros niños, por lo que tienen problemas de adaptación en el grupo de iguales. Presentan una baja tolerancia a la frustración por lo que, cuando no consiguen sus objetivos, pueden tener rabietas llegando a romper objetos.

Trastorno disocial

Estos niños van un paso más allá, y presentan sintomatología similar a la del anterior trastorno expuesto, pero con mayor intensidad y frecuencia. No sólo incumplen las normas sino que llegan a transgredir los derechos básicos de los demás, llevando a cabo acciones como pueden ser agredir o robar.

Problemas de conducta

No todos los niños que se portan mal o no cumplen normas entran dentro de los criterios diagnósticos de los trastornos de conducta anteriormente explicados. Así, nos encontramos con  algunos niños que son más desobedientes, tienen rabietas o problemas con los deberes pero no llegan a tener los trastornos anteriormente citados.