Como su nombre indica, el TOC es un trastorno de ansiedad que implica dos componentes principales: obsesiones y compulsiones.

Las obsesiones son pensamientos persistentes, imágenes, impulsos o ideas que son experimentadas como inapropiadas y que generan ansiedad o estrés, que resultan inaceptables para quien las padece. A pesar de reconocer la irracionalidad de los pensamientos que irrumpen en su mente, las personas intentan resistirse a ellos sin éxito. El resultado es la sensación de falta de control y un alto grado de malestar subjetivo (Rachman, 1985).
El contenido de las obsesiones es muy variado siendo frecuentes las temáticas relacionadas con suciedad/contaminación, agresión, duda patológica, conductas sexuales inaceptables, religión, orden/simetría y perfeccionismo.

Las compulsiones se definen como conductas o actos mentales repetitivos y estereotipados, las cuales frecuentemente se ejecutan como respuesta a una obsesión, con la finalidad de prevenir o reducir el malestar que ésta genera (APA, 2000; Riggs & Foa, 1993). Una compulsión generalmente va acompañada por una urgencia irresistible para realizar el ritual. De este modo, se produce una disminución de la sensación de control voluntario sobre el mismo (Rachman & Hodgson, 1980). Algunas de las compulsiones más comunes son comportamientos observables (e.g., rituales de lavado, comprobar, repetir frases, ordenar o acumular), mientras que en otros casos encontramos rituales mentales o encubiertos (e.g., repetir palabras o frases asociadas a supersticiones).

Los síntomas esenciales del trastorno obsesivo-compulsivo son la ocurrencia repetida de obsesiones y/o compulsiones, con una severidad suficiente como para consumir más de una hora al día o causar un malestar significativo (DSM-IV-TR; APA, 2000).
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