Author Archives: Francisco José Estupiñá Puig I Psicólogo de Intec Psicología

La educación autoritaria es cosa del pasado

CrianzaLa crianza de los hijos es todo un reto para los padres. La conciliación de la vida laboral y la familiar, y los cambios en los modelos de familia y educación han llevado a una crisis de los estilos educativos. La antigua educación autoritaria es cada vez menos frecuente en las generaciones que han ido accediendo a la paternidad en los últimos años. Este estilo, basado en la rigidez, los castigos y el respeto a ultranza a la figura paterna, va perdiendo terreno por sus muchos inconvenientes, pero sin ella muchos padres se ven sin recursos para gestionar los problemas de conducta de su prole. Corremos el riesgo de caer entonces en modelos de educación permisiva, sin límites claros ni respuestas eficaces ante conductas que van de lo inconveniente a lo inaceptable. Ante estas conductas muchos padres tratan de gestionar el problema volviendo a lo autoritario, entrando en un ciclo de alternancia entre permisividad y rigidez que únicamente logra agravar las cosas.

Frente a estos estilos permisivos y autoritarios es posible desarrollar una pauta más racional y eficaz basada en los principios del aprendizaje humano y la modificación de conducta: el estilo racional o democrático.

Estilo educativo racional

Desde estos principios abogamos por la recompensa del comportamiento adecuado como la mejor prevención para los problemas de conducta. Siguiendo el aforismo de que “se cazan más moscas con miel que con vinagre”, es más interesante asegurarnos de que los menores se sienten orgullosos y queridos cuando hacen las cosas bien, cuando cumplen sus obligaciones y eligen actuar de modo correcto. Unas palabras de aliento que hagan referencia al aspecto concreto que se quiere reforzar pueden ser suficientes. Los pequeños premios – actividades, postres preferidos, etc. también pueden ser de ayuda, pero no deberían darse por adelantado, o de forma indiscriminada. Tiene que quedar claro qué ha motivado una recompensa.

Castigos proporcionados y eficaces

Eso no quiere decir que el comportamiento problemático no tenga respuesta. Pero cuidado; antes de cualquier castigo es importante explicar los motivos del mismo y dar la oportunidad de que se presenten objeciones y explicaciones. Si estas no son satisfactorias, procede la penalización, pero esta debe anunciarse siempre en tono firme y tranquilo: la medida tiene que ver con la norma o conducta inadecuada, no con nuestro enfado o disgusto, y debemos dejar esto claro huyendo de calificaciones globales negativas (como “Eres malo”; “No hay  quien haga carrera de ti”).

El castigo, de darse, debe ser proporcionado, breve y relevante. Una gran intensidad o duración (retirar la videoconsola hasta el verano, por ejemplo, en lugar de una tarde) no es necesariamente más eficaz, y bien puede desencadenar reacciones emocionales intensas en quien recibe el castigo. Siempre que sea posible, la penalización debería incluir la reparación del daño causado, o el aprendizaje de la forma correcta de actuar. Es importante medir bien el castigo, porque una vez se aplica no debería levantarse, ya que hacerlo debilita su carácter disuasorio. Así que cuando castiguemos deberíamos considerar detenidamente si el castigo es sostenible: ¿Dura demasiado? ¿Nos castiga de paso a nosotros mismos o a otros – hermanos, etc. – como si anulamos el viaje a la playa o al parque de atracciones? Entonces es probable que no sea una buena idea.

Por último, debemos tener en cuenta que un niño castigado con todo, al que hemos retirado ya todos sus juegos, salidas, etc. es un niño que no tiene nada que perder: está en bancarrota. Es cuestión de tiempo que se habitúe a las broncas y reprimendas y que deje de responder a las medidas que tomemos. Llegados a este punto, la cosa puede fácilmente ir a peor, especialmente a medida que se entra en la adolescencia. Mucho antes de este momento conviene considerar la ayuda psicológica. Los profesionales de la psicología pueden ayudar a marcar la diferencia y reconducir una situación grave para el provecho de todos los implicados.

Tratamientos psicológicos eficaces. La importancia de una adecuada evaluación psicológica

Pulpolux !!!

Cuando las personas acuden a un tratamiento psicológico, normalmente lo hacen en un momento de gran malestar y urgencia. En este contexto, quien usa servicios de psicología busca una solución inmediata, salir de la primera consulta con las respuestas a su problema. Sin embargo, esto no suele ser así; la mayoría de profesionales insistimos en dedicar un periodo de tiempo a la evaluación del problema de cada paciente, un proceso que puede impacientar a algunas personas. Además, la evaluación exige habitualmente aplicar cuestionarios y registros tediosos, así que mucha gente se preguntará por qué no podemos empezar a intervenir desde el principio basándonos en que la persona tiene “depresión” o “ansiedad”.

–       Limitaciones del diagnóstico:

Los trastornos psicológicos son habitualmente entidades complejas, muy variables en su presentación incluso si reciben la misma etiqueta diagnóstica. Por ello, un diagnóstico como “depresión” o “agorafobia” es una descripción demasiado breve del problema, y no es suficiente para entender las verdaderas causas que lo producen y mantienen; eso sólo puede conseguirse mediante una adecuada formulación del caso.

–       Tratamientos individualizados:

La formulación permite integrar los elementos necesarios para crear una “teoría” del problema sobre la que proponer un tratamiento individualizado. Sin entender adecuadamente el funcionamiento de un problema, las soluciones que podamos poner en marcha serán parciales, orientadas a los síntomas y no a las causas. Esto puede resultar ineficaz o, en algunos casos, incluso contraproducente.

–       Fundamentación científica:

Puesto que la formulación resulta tan importante, es crucial dedicarle la debida atención. Para ello, es preciso que quien realiza la formulación maneje las teorías y modelos de los problemas psicológicos y que valore con precisión la presencia de determinados procesos. En esta tarea el uso de las herramientas adecuadas tiene una importancia capital. Aquí es donde hacen su entrada los registros, cuestionarios y entrevistas que se emplean en el proceso de evaluación.

–       Registros, cuestionarios y entrevistas:

La psicología científica lleva décadas refinando y mejorando las herramientas que están a nuestra disposición para evaluar los problemas y procesos psicológicos. Un cuestionario o escala no es sólo un conjunto de preguntas, sino que tras el test se esconden estudios de validación, índices psicométricos… todo un complejo proceso para, partiendo de teorías psicológicas, obtener una prueba que resulte fiable y arroje conclusiones válidas. Lo mismo puede decirse de los registros y entrevistas que se aplican  en la consulta.

Precisamente por eso, no vale cualquier cuestionario, y muchos de los que se consideran tradicionalmente unidos a la imagen del psicólogo están obsoletos desde un punto de vista práctico, teórico y técnico.

–       Evaluación en el tiempo.

Pero los cuestionarios y la evaluación no desaparecen con las primeras sesiones; es preciso seguir la evolución de los problemas y procesos a lo largo de todo el tratamiento. Una evaluación continuada permite detectar de un modo preciso y temprano los indicadores de que el tratamiento surte efecto o que, por el contrario, es preciso introducir cambios. Frente a los sesgos en los que puede caer psicólogo y paciente, las pruebas ofrecen una medida fiable y objetiva del cambio. El seguimiento es imprescindible para asegurarnos del mantenimiento de los logros de la terapia.

–       El futuro.

Hoy por hoy la evaluación sigue siendo un proceso necesario, pero a veces demasiado largo para la paciencia de quien está pasándolo mal. Por ello la evaluación psicológica sigue en evolución para obtener herramientas más rápidas y eficientes, actualizadas respecto a las teorías psicológicas, y aprovechar los avances en las nuevas tecnologías para reducir los tiempos y facilitar las tareas propias de la evaluación.

Cuándo necesitamos ir al psicólogo

by Jimbo

by Jimbo¿Cuándo necesitamos ir al psicólogo?

El momento para decidirse a buscar ayuda psicológica llega, habitualmente, cuando una persona se encuentra desbordada, bien por las dificultades que sufre en uno o más aspectos de su vida cotidiana y que no logra resolver, o bien por las consecuencias emocionales de estos problemas. Los psicólogos somos profesionales entrenados para dar respuesta a estas situaciones; Sin embargo, muchas personas dudan a la hora de buscar ayuda de los profesionales de la Psicología, debido a que asocian acudir al psicólogo con padecer una enfermedad, a que desconocen la fiabilidad del trabajo de los psicólogos, o a que deciden afrontar sus problemas sin ayuda. Estas ideas responden más a prejuicios sobre la Psicología que a la realidad de la práctica clínica de los psicólogos, y corremos el riesgo de que quienes las piensan no accedan a una ayuda que podría ser muy útil para ellos.

¿Qué tratan los psicólogos?

El objeto de estudio de la Psicología es el comportamiento humano, y no sólo la patología o el malestar. Los psicólogos disponemos de formación para paliar el sufrimiento, pero también para potenciar la felicidad y el bienestar de las personas, y para ayudarles a resolver sus problemas, tengan estos que ver o no con los trastornos mentales y del comportamiento, patologías que, desde el punto de vista de la psicología, difícilmente pueden llamarse enfermedades. Además, es importante señalar que malestar no es sinónimo de enfermedad; múltiples experiencias normales de la vida producen malestar, y es preciso aprender a sobrellevarlo y a ajustar el propio comportamiento para reducirlo y evitarlo si queremos conseguir nuestros objetivos vitales. Los psicólogos podemos ayudar a gestionar las dificultades y contribuir a alcanzar las metas que se proponen nuestros pacientes, sin importar la naturaleza de sus dificultades.

¿Son eficaces los tratamientos psicológicos?

Los tratamientos psicológicos llevan décadas poniéndose a prueba mediante toda clase de exigentes estudios científicos en los que han demostrado repetidas veces ser tanto o más eficaces en el tratamiento de los mismos problemas que las intervenciones farmacológicas. Además, los cambios que producen los tratamientos psicológicos son, por lo general, mucho más estables que los debidos a los fármacos, cuyo efecto protector desaparece frecuentemente al dejar de consumirlos. Por ello, las principales guías clínicas y entidades sanitarias nacionales e internacionales reconocen la calidad de las intervenciones psicológicas y las recomiendan como primera opción para un gran abanico de problemas y trastornos. Sin embargo, eso no quiere decir que cualquier tratamiento psicológico sirva; es importante que el tratamiento seleccionado disponga de adecuada evidencia científica para el uso que se le quiere dar, y que esté adaptado a la necesidades individuales del paciente.

¿Es mejor resolver los problemas en solitario?

La opción de abordar los propios problemas en solitario es la que toman muchas personas que se precian de su autonomía e independencia. Sin embargo, pensar que acudir al psicólogo supone renunciar a la autonomía o a la independencia es un error; los psicólogos no tomamos decisiones por los pacientes, ni podemos sustituir a la persona que sufre o experimenta dificultades a la hora de afrontar sus problemas. La tarea del psicólogo es la de aportar información, entrenar las habilidades necesarias y planificar el afrontamiento de los problemas, pero las victorias que se deriven de ese trabajo son siempre las del paciente. Aunque la ayuda del psicólogo no es la única forma de obtener la información y habilidades que precisa un paciente, su apoyo evita que los pacientes tenga que “reinventar la rueda” ante sus problemas, y es una forma eficiente de abordar un problema ante el que nuestros recursos amenazan con desbordarse.