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Tomarse la vida con calma previene las enfermedades cardiovasculares

Fotografía de Rennett Stowe

Fotografía de Rennett Stowe

Dentro de los factores de riesgo clásicos que aumentan la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares (ECV) destacamos la hipertensión, el consumo de alcohol, el tabaquismo y la obesidad. Sin embargo, prestamos menos atención a otro factor llamado  “patrón de conducta tipo A”  (PCTA), ya que es menos conocido y que sin embargo tiene un papel fundamental en la prevención de ECV.

Se habla del PCTA a raíz del trabajo de Frieadman y Rosenman quienes lo definen como un complejo acción-emoción, caracterizado por la necesidad de obtener el máximo en el menor tiempo posible. Las personas que presentan un perfil de personalidad característico son más vulnerables a desarrollar ECV.

Algunos de los rasgos que definen a las personas con patrón de conducta tipo A son los siguientes:

–  Habla rápida y enfática, excesiva actividad psicomotora y gesticulaciones, tensión de la musculatura facial, así como otros manierismos típicos.

–  Urgencia de tiempo, hiperactividad e impaciencia (muy habitual en el trabajo).

–  Responden fácilmente con  hostilidad, impaciencia, ira y agresividad cuando las cosas no salen como estaban previstas.

–  Necesitan tenerlo todo “controlado” para que no surjan imprevistos.

–  Son personas con una alta motivación de logro, competitividad, orientación al éxito y ambición.

Por tanto cuando hablamos del patrón de conducta tipo A, en primer lugar debemos centrar nuestra atención en el término “patrón” y entender que se trata de algo mantenido en el tiempo, no de conductas puntuales o situaciones aisladas. Por tanto, si a medida que usted estaba leyendo no ha podido evitar sentirse identificado con “esta forma de ser”, quizá sea un buen momento para pararse a meditar las consecuencias de mantener este patrón y plantearse un cambio ya que uno de los aspectos más importantes del tipo A es la reactividad psicofisiológica, que contribuye al daño arterial con el aumento de placas de colesterol.

Una de las secuelas del PCTA es la presencia de Ira-Hostilidad. Numerosos estudios demuestran que tanto la ira como la hostilidad  son factores de riesgo independientes de los demás factores de salud, con la matización de que la hostilidad presenta la asociación más alta.

Las personas que caracterizadas por la hostilidad, habitualmente esperan lo peor de los demás y en consecuencia suelen estar siempre a la defensiva, por lo que generan un ambiente donde predominan la competitividad y la tensión. Esta tensión a menudo desemboca en sentimientos de ira, como cabe esperar. Pero además, la constante hipervigilancia  va a contribuir a su mayor predisposición a las enfermedades cardiovasculares (ECV), ya que la activación de sus mecanismos de defensa para afrontar la situación o ese estímulo estresor, se prolonga en el tiempo, cuando lo deseable o más adaptativo, es activarse en un momento determinado y exacto, cuando se está sufriendo ese estrés, para después volver al nivel basal una vez que el estresor ha desaparecido.

La ira en cambio, hace referencia más bien a una emoción que varía en intensidad y que fisiológicamente se manifiesta a través de un aumento en la activación del Sistema Nervioso Simpático, del Sistema nervioso Endocrino y en la tensión muscular.  Suele destacarse los gestos faciales, como signo expresivo más distintivo, y a nivel cognitivo, se caracteriza por una serie de pensamientos contradictorios y contrapuestos. También es muy común que las personas más iracundas, tiendan a comportarse de forma agresiva.

En cuento a los tratamientos más eficaces para reducir la probabilidad de padecer ECV son los programas psicológicos multicomponentes o terapias multimodales, que combinan varias técnicas con el fin de poder actuar sobre los distintos factores de riesgo (FR).

Dado que también se ha mencionado el alcohol y el tabaquismo como un posible FR, a la hora de abordad su tratamiento, numerosos estudios  avalan la eficacia de las terapias psicológicas conductuales a largo plazo, combinen o no el apoyo farmacológico,  en el tratamiento del alcoholismo y el consumo de tabaco.

En la actualidad, destacan por su apoyo empíricola  Aproximaciónde Reforzamiento Comunitario (CRA), el Entrenamiento en Habilidades Sociales,la Prevenciónde Recaídas (PR) y la terapia conductual familiar y de pareja, además, de considerarse los que ofrecen una mejor relación coste/beneficio (Roth y Fonagy, 1996).

Problemas de pareja

Chetbox

ChetboxDentro de las relaciones interpersonales, las relaciones con nuestras parejas es una de las más complejas que establecemos a lo largo de nuestra vida. Esto es debido a múltiples factores: que ambas personas pueden provienen de modelos familiares y socioculturales muy dispares, del concepto de “pareja” que tiene cada miembro y sus expectativas acerca de lo que esperan de la otra persona y de los” ideales de relación”.

Los problemas más frecuentes en las parejas suelen tener que ver con dificultades en la comunicación, problemas de convivencia, dificultad para llegar a acuerdos y sobrellevar los desacuerdos y diferencias en cuanto a la filosofía de la vida y del futuro en común. Esto puede llevar a discusiones frecuentes y/o al distanciamiento de los miembros de la pareja.

Cuando esto ocurre es recomendable buscar asesoramiento profesional. Incluso en aquellas parejas que están muy deterioradas unas pautas para aprender a conocerse mejor y comunicarse más eficazmente suele ser de gran ayuda. En el peor de los casos en los que la separación es inminente puede ayudar a hacerlo de una forma más positiva minimizando la repercusión emocional.

Miedos y fobias en niños y adolescentes

Niño con cara de susto. Fotografía de PinkSherbert

Niño con cara de susto. Fotografía de PinkSherbertLa ansiedad es una respuesta que todos tenemos y que el ser humano ha mantenido a lo largo del tiempo, porque resulta adaptativa. Gracias a ella, nuestro organismo se prepara para la lucha o para la huida cuando percibe un peligro. Para facilitar estas respuestas, se producen una serie de cambios como pueden ser el aumento de la tasa cardiaca, o de la tensión muscular entre otros. Cuando esta ansiedad está asociada a algún estímulo concreto, es lo que llamamos miedo.

Hay diferentes miedos que pueden ir apareciendo durante la infancia y que, normalmente cuando el niño va creciendo y desarrollándose a todos los niveles incluido el cognitivo, pueden desaparecer o sustituirse por otros.

A continuación presentamos los miedos que diferentes estudios apuntan como más frecuentes según la edad del niño, apareciendo estos en un 40-45% de los casos:

  • 0-1 año: en esta etapa del desarrollo suele aparecer el miedo a estímulos intensos (como pueden ser ruidos fuertes) y a los extraños. Ante estos miedos la respuesta propia del niño es el llanto, lo cual facilita llamar la atención de la madre para que pueda protegerle.
  • 2-4 años: aparece el miedo a los animales que no suele perdurar más allá de la pubertad.
  • 4-6 años: en esta etapa aparece el miedo a la oscuridad, a los seres imaginarios (por ejemplo, brujas o monstruos). También se ha observado en niños de esta edad miedo a las catástrofes o a la separación de los padres.
  • 6-9 años: durante este periodo, debido a la maduración cognitiva del niño, van apareciendo miedos más elaborados. Empiezan a ser capaces de recordar acontecimientos del pasado y prever consecuencias que pueden tener sus acciones o diferentes acontecimientos en el futuro, por lo que aparece el miedo a hacer el ridículo o el miedo al daño físico.
  • 9-12 años: es la etapa justo anterior a la pubertad. Pueden aparecer miedos a contraer enfermedades graves, o tener conflicto con los padres y miedo al fracaso escolar.
  • 12-16 años: en estas edades los miedos están más relacionados con el ámbito social y con la autoestima. Así aparecen lo que comúnmente conocemos como “complejos” que pueden estar relacionados con la apariencia física o con la capacidad intelectual entre otros.

Como ya hemos mencionado, estos miedos tienden a desaparecer a medida que avanza el desarrollo del niño. En ocasiones, se mantienen y pueden aparecer de manera intensa y desproporcionada ante una determinada situación o estímulo.  En estos casos podríamos estar hablando de la aparición de una fobia que deberá ser tratada con la ayuda de un profesional.

Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)

Como su nombre indica, el TOC es un trastorno de ansiedad que implica dos componentes principales: obsesiones y compulsiones.

Las obsesiones son pensamientos persistentes, imágenes, impulsos o ideas que son experimentadas como inapropiadas y que generan ansiedad o estrés, que resultan inaceptables para quien las padece. A pesar de reconocer la irracionalidad de los pensamientos que irrumpen en su mente, las personas intentan resistirse a ellos sin éxito. El resultado es la sensación de falta de control y un alto grado de malestar subjetivo (Rachman, 1985).
El contenido de las obsesiones es muy variado siendo frecuentes las temáticas relacionadas con suciedad/contaminación, agresión, duda patológica, conductas sexuales inaceptables, religión, orden/simetría y perfeccionismo.

Las compulsiones se definen como conductas o actos mentales repetitivos y estereotipados, las cuales frecuentemente se ejecutan como respuesta a una obsesión, con la finalidad de prevenir o reducir el malestar que ésta genera (APA, 2000; Riggs & Foa, 1993). Una compulsión generalmente va acompañada por una urgencia irresistible para realizar el ritual. De este modo, se produce una disminución de la sensación de control voluntario sobre el mismo (Rachman & Hodgson, 1980). Algunas de las compulsiones más comunes son comportamientos observables (e.g., rituales de lavado, comprobar, repetir frases, ordenar o acumular), mientras que en otros casos encontramos rituales mentales o encubiertos (e.g., repetir palabras o frases asociadas a supersticiones).

Los síntomas esenciales del trastorno obsesivo-compulsivo son la ocurrencia repetida de obsesiones y/o compulsiones, con una severidad suficiente como para consumir más de una hora al día o causar un malestar significativo (DSM-IV-TR; APA, 2000).
En Intec Psicología aplicamos un tratamiento protocolizado que ha demostrado más eficacia que los tratamientos habituales. Incorporamos técnicas cognitivas más novedosas centradas en la eliminación de los sesgos atencionales e interpretativos.

Trastorno de Pánico

Las personas que lo sufren suelen identificar los ataques de pánico por la “sensación de miedo a volverse locos” o “miedo a sufrir un nuevo ataque”. Este “miedo a que la ansiedad aparezca” conduce a la persona a evitar salir de casa o abandonar algunas actividades. Algunas personas comienzan a solicitar ayuda para que les acompañen por miedo a que aparezca un nuevo ataque y les ocurra algo. El ataque de pánico puede durar desde minutos a horas. Cuando éste ha concluido la persona se siente cansada y con dificultades para concentrarse.
Los ataques van acompañados de algunos de los siguientes síntomas somáticos: palpitaciones, temblor, dolor/opresión en el pecho, sensación de asfixia, etc.) Aparecen de manera abrupta e inesperada y alcanzan su grado máximo en los primeros 10 minutos.
Si usted padece este tipo de ataques de manera recurrente asociados a preocupación por sus consecuencias y ha cambiado notablemente su comportamiento a causa del miedo a sufrirlos le recomendamos que realice una terapia psicológica. Existen tratamientos breves y eficaces que pueden ayudarle a solucionar su problema.
El principal problema de los ataques de pánico lo constituye el temor a sufrirlos .El malestar que generan los ataques es tan intenso que la persona cree que está padeciendo alguna enfermedad física (ej. Infarto, pérdida de conciencia, bajadas de tensión etc.) porque los síntomas son muy similares. Es por ello que comienzan a desarrollar un miedo muy intenso a que aparezcan los ataques.