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Más allá de la parte médica del cáncer

http://thescarproject.org/

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Cuando una persona padece cáncer, con independencia de la fase de la enfermedad en la que se encuentre, sufre un fuerte impacto emocional, su funcionamiento social y laboral se puede ver profundamente afectado, extendiéndose a familiares y amigos. El diagnóstico inicial supone un shock, a muchas personas les cuesta creer que pueda ser verdad, se sienten incapaces de tomar decisiones y no saben muy bien qué hacer, surge el miedo y la desolación ante la posibilidad de padecer una enfermedad larga, la ruptura de sus metas vitales y riesgo de muerte.

Cada persona, responde ante el cáncer y sus tratamientos de un modo impredecible, su estado de ánimo puede llegar a fluctuar a lo largo del día. Cada una de las fases o etapas de la enfermedad, tiene sus peculiaridades, acompañándose de reacciones emocionales o sensaciones que pueden resultar dispares, aunque hay una emoción central, y es el miedo a la incertidumbre sobre la progresión o no de la enfermedad. No obstante, durante y después del cáncer es posible vivir con bienestar personal, familiar y laboral.

El diagnóstico de cáncer (el conjunto de pruebas, la espera de resultados que determinan el alcance de la enfermedad, etc.), se acompaña de elevados niveles de ansiedad tanto para el propio paciente como para su entorno más próximo. La primera reacción al diagnóstico o su sospecha puede ser de negación, incredulidad o aceptación pasiva. Sin embargo, y aunque en ese momento parezca inverosímil, paulatinamente se puede ir alcanzando cierta adaptación a las nuevas circunstancias.

Tras el diagnóstico, se comienzan a movilizar toda una serie de recursos sanitarios (cirugía, tratamientos como la hormonoterapia, quimioterapia, radioterapia…). Los tratamientos, aunque son bien tolerados por la mayoría de los pacientes y existe un cierto control de sus efectos colaterales, pueden producir síntomas físicos tales como astenia, náuseas, vómitos, dolor y pérdida del cabello, entre otros. Estos síntomas, afectan negativamente a la calidad de vida, en muchos casos sólo de forma temporal, pero en otros durante meses, años o de forma permanente. El paciente en tales circunstancias, precisará de apoyo, momento en el que el cuidador primario habrá de hacer frente al control de síntomas y otras tareas del día a día, a la vez que afronta sus propios miedos. Una porción del  mayor o menor bienestar al transitar por este proceso, dependerá de cómo el paciente y quienes le rodean encaren la enfermedad.

Una vez superado, las revisiones médicas, se constituyen como una fuente  de ansiedad y estrés ante el temor a una nueva recidiva. Hay casos en los que la enfermedad se supera, y queda atrás. En otros, sin embargo, la enfermedad regresa. En tal caso,  las reacciones emocionales son tanto para el paciente como para su familia, de frustración, indefensión y sentimientos de incontrolabilidad. Aunque estas puedan ser las reacciones iniciales, con el tiempo va dándose cierta adaptación a la situación, posibilitando al paciente y a su entorno, gestionar mejor el cúmulo de emociones negativas. Ante la recurrencia de la enfermedad, surgen nuevos desafíos: obtener información para hacer frente a lo desconocido, manejo de las reacciones indeseables a los tratamientos, pueden aparecer pensamientos negativos de culpa o miedo al futuro, y en aquellos casos en los que la persona se encuentra en la fase final de la enfermedad, surgen necesidades como la de hablar de su trayectoria vital o la despedida de sus seres queridos.

Son innumerables los retos que plantea el cáncer, que si bien es una enfermedad que afecta al cuerpo, al igual que cualquier otro proceso médico, repercute en el sentir, pensar y hacer de quienes lo padecen. La ayuda psicológica, ya sea familiar, en pareja o individual se conforma aquí como una herramienta más para el tratamiento. Como un instrumento, que puede ser útil para allanar tan difícil obstáculo y facilitar la adaptación a cada uno de los cambios.

¿Qué es la evaluación neuropsicológica?

Human head dots model

 

La evaluación neuropsicológica es un método de diagnóstico funcional en el que se explora el funcionamiento cognitivo del paciente, es decir, se examina el rendimiento en determinadas pruebas que estudian detenidamente la atención, la memoria, las habilidades de planificación, organización y dirección de la conducta, el lenguaje, o las habilidades visoespaciales y praxias. Por lo tanto, con este tipo de evaluaciones lo que buscamos es explorar a fondo las capacidades de una persona.

El objetivo es poder conocer el estado cognitivo de una persona y saber cuáles son las áreas que pueden estar afectadas y cuáles no, a través de pruebas estandarizadas y baremadas específicas.

Conocer qué áreas están afectadas es tan importante como examinar aquellas que están preservadas, siempre con el propósito de poder realizar un programa de rehabilitación o de prevención del deterioro cognitivo adecuado y específico para cada persona.

 

¿Cuándo realizar una evaluación neuropsicológica?

Cuando observamos cambios en personas cercanas que nos llaman la atención o para los que no encontramos una justificación, después de un largo periodo de enfermedad o tras un accidente. También en ocasiones una persona es consciente de que su rendimiento o funcionamiento no es el mismo que antes, tiene muchos despistes y olvida con frecuencia incluso nombres de familiares cercanos, este hecho suele ir acompañado de sensaciones de ansiedad o depresión. Estos estados provocan en ocasiones inhibición de conductas y retraimiento o por el contrario exaltación y desinhibición, en cualquier caso, son hechos que suelen preocupar a las familias y en los que habría que profundizar para poder buscar un método adecuado de trabajo que ayude al mantenimiento de las funciones preservadas, mejore el de aquellas que están afectadas y ralentice el deterioro cognitivo, con el propósito último de que mejore el bienestar psicológico y calidad de vida de la persona y su familia.

Sin fumar la vida se respira mejor

Si se para a analizar su entorno seguro que identifica o se identifica a sí mismo en uno de estos tres tipos de personas. Por un lado están los que fueron fumadores, pero tras decidir dejar de fumar, con esfuerzo, se han mantenido “limpios” hasta el día de hoy. El segundo caso es el de aquellos que llevan fumando un largo tiempo y de forma intermitente han intentado abandonar este hábito, pero nunca han sido capaces de dejarlo por completo. Por último están aquellas personas, que pese a saberse de memoria los efectos perjudiciales del tabaco y pese a saber que “deberían dejarlo”, simplemente no lo hacen.

A menudo, quienes han intentado sin éxito dejar de fumar y los que quieren pero no lo hacen o no se deciden a dar el paso, mantienen la misma creencia y es la de que es imposible o increíblemente difícil dejar el tabaco. Pues bien, aunque es cierto que no es una tarea fácil, tampoco es tan desmesurada como puede parecer. Millones de personas lo han logrado y por supuesto usted, también puede hacerlo.

Pero ¿Por qué es tan difícil dejarlo?

En el tabaco, como en la mayoría de las adicciones, vamos a identificar 3 elementos básicos que dificultan su abandono.

Por un lado, están toda una serie de creencias erróneas, generalmente relacionadas con mitos o creencias populares, como pueden ser “fumar me tranquiliza”, “dejar de fumar engorda”, “en el fondo el tabaco no es tan malo”, etc.

Por otro lado, está la sustancia en sí misma y los efectos que provoca en el organismo. En este sentido, lo que ocurre es que el cuerpo se habitúa a la nicotina, de forma que cuanto más fuma mayor es la necesidad del organismo por volver a consumirla. Por eso cuando no fuma puede tener esa sensación de inquietud, malestar o nerviosismo. Es lo que se conoce como el síndrome de abstinencia. Por tanto, no es que el tabaco tranquilice, sino todo lo contrario. Cada vez que fuma un cigarrillo en respuesta a ese malestar, está bloqueando el  proceso de deshabituación del organismo, atándolo cada vez más a la constante necesidad de nicotina para no sentirse mal.

Por último, están las conductas asociadas al tabaco, el famoso “cigarrillo con el café”, “¿nos hacemos un descanso mientras echamos un pitillo?”, “me tengo que fumar un cigarro antes de dormir, o si no, no duermo”.

Si usted se encuentra en uno de los dos grupos que mencionados anteriormente, seguro que se siente identificado al analizar su propia relación con el tabaco.

¿Hay alguna forma eficaz para dejar de fumar?

Actualmente se consideran como tratamiento de elección para dejar de fumar, los llamados programas multicomponente o terapias conductuales multimodales. Se caracterizan por combinar varias técnicas  con el objetivo de intervenir sobre los distintos factores que mantienen el hábito. Pueden aplicarse de forma grupal o individual.

Generalmente se habla de 3 fases: motivación y compromiso, abandono del tabaco y mantenimiento (abstinencia). En cada una de ellas se irán aplicando distintas estrategias, con el fin de alcanzar los objetivos específicos de cada etapa. Esto concede gran flexibilidad a los programas multicomponente, permitiendo adaptar las técnicas a cada persona, incrementando así la probabilidad de éxito.

Respecto a los chicles y parches, aún existe cierta controversia al respecto, ya que los autores no terminan de ponerse de acuerdo en cuanto a su eficacia. Mientras algunos apuntan el efecto positivo de las terapias farmacológicas sustitutivas de nicotina, combinadas con las terapias psicológicas, otros señalan que el uso de chicles o parches no necesariamente implica un añadido en la eficacia del tratamiento multicomponente.

Se suele asumir que las terapias psicológicas disponen de menor eficacia frente a otro tipo de tratamientos, pero lo cierto es que los múltiples estudios realizados hasta la fecha han demostrado que las terapias psicológicas no sólo son equivalentes, sino que pueden llegar a ser más eficaces que las intervenciones breves o tratamientos farmacológicos.

En definitiva, dejar de fumar es una labor que requiere esfuerzo y motivación, pero no cabe duda de que los beneficios de superar la dependencia del tabaco (no solo para la salud, sino también para el bolsillo) superan con creces el esfuerzo realizado.

Tu fortaleza mental marcará la diferencia. Psicología y Coaching de Alto rendimiento

En Intecpsicología terminamos el año inaugurando un nuevo área de intervención,  el área de  Psicología del Deporte y Coaching de Alto Rendimiento.

Desde esta área ofrecemos el entorno y las herramientas necesarias para acompañar al deportista y profesional del deporte en su desarrollo personal y profesional.

A través de nuestra metodología, puedes conseguir la mejor versión de ti mismo, obteniendo resultados excepcionales en tu trabajo deportivo del día a día, y en la competición.

¿ Cómo lo hacemos?

El psicólogo-coach, durante este proceso, te reta al compromiso de mejora mediante un plan de acción, midiendo el progreso a través de un seguimiento continuado.

  1. Moviliza tu actitud
  2. Favorece el autoconocimiento
  3. Estimula tu aprendizaje
  4. Establece unos objetivos
  5. Hace un seguimiento del cumplimiento de los mismos.

Conocer tus fortalezas y áreas de mejora, en el ámbito deportivo, son algunos aspectos que te ayudarán a conseguir tus objetivos. Ésta es una de las partes de tu trabajo personal, que te hará ser mejor en cada competición.

Puedes elegir ser un buen deportista, o puedes elegir ser el mejor….

Uno de los aspectos más importantes a la hora de preparar una competición en alto rendimiento deportivo es, cómo te planteas tu rutina.

Si eres deportista, prueba a formularte las siguientes preguntas : “¿Qué quiero conseguir específicamente, en mi próxima competición? ¿Qué estoy dispuesto a hacer para conseguirlo? ¿Cómo lo voy a hacer? ¿Cuándo voy a comenzar? ¿Qué me lo impide? ¿Cómo me voy a sentir cuando lo haya conseguido? ¿Qué tiene que pasar para que lo consiga?

Si eres técnico, prueba a formularte las siguientes preguntas: “¿Qué necesita mi equipo/ deportista de mí?», «¿Qué necesito hacer para ayudarle/s?», «¿En qué entrenador/a debo convertirme para hacerle/s mejor/es?»

Desde  la Psicología y Coaching de Alto Rendimiento podemos ayudarte a que te respondas a éstas y muchas otras preguntas importantes para tu éxito deportivo.

“Cuando el hilo conductor te empuja a la reflexión, a mirar a tu interior sin miedo y a fortalecer tu propio autoconocimiento, el resultado no puede ser otro que el crecimiento; y si conoces los cambios que se producen en ti y cómo se han conseguido, resulta mucho más fácil orientar a los demás en su propio desarrollo”

Javier Lozano (Presidente de la Liga Nacional de Fútbol y Campeón del Mundo de Fútbol Sala)

Tanto en la vida como en el deporte, el alto rendimiento te permite conseguir todo aquello que te propongamos, el límite sólo lo pones tú.

Ahora, ¿cómo valoras tu rendimiento?

Piensa en ello y si quieres cuéntanos tu experiencia.

Cómo fomentar la autoestima en nuestros hijos. La importancia del estilo educativo

Autoestima Infantil Pequeño

El desarrollo de una adecuada autoestima, está considerado como un factor de protección ante diversas psicopatologías que se puedan presentar a lo largo de la vida de la persona. En este desarrollo, la familia va a tener un papel fundamental, como demuestran numerosos estudios que apuntan a la relación que existe entre los diferentes estilos educativos, llevados a cabo por los padres, y la autoestima de los hijos.

McCoby y Martin (1983) redefinieron cuatro  estilos parentales que explicamos a continuación:

  • Estilo autoritativo. Los padres que ejercen este estilo educativo, fomentan de manera más adecuada la autoestima de sus hijos. Este estilo consiste en poner normas, que deben ser cumplidas, controlar determinadas conductas inadecuadas, ser exigentes con los niños, pero a la vez mostrar sensibilidad ante sus necesidades, apoyarles y mostrarse afectuosos y cálidos.
  • Estilo autoritario. Son padres muy exigentes que imponen muchas normas, y se muestran poco afectuosos y fríos en las relaciones con sus hijos. Aquí los niños sienten, además de una falta de afecto, que nunca van a poder cumplir con las exigencias y expectativas de sus padres, lo cual implica aparezca un sentimiento de incapacidad aumentando la probabilidad de desarrollar una autoestima baja.
  •  Estilo negligente. Se caracteriza por una ausencia de control y de normas y a la vez por afecto controlado y cierta frialdad en las relaciones con los hijos. Este estilo educativo no favorece el adecuado desarrollo de la autoestima, ya que, la ausencia de normas, hace que el niño no tenga una guía que le muestre el camino por el que debe dirigirse aumentando su inseguridad.
  • Estilo Permisivo. Estos padres, son afectuosos y muestran interés por los aspectos relacionados con el niño sin embargo,  no van a presentar retos a los hijos ni van a exigir el cumplimiento de ciertas normas, cuya existencia es fundamental, como hemos mencionado anteriormente, para que los niños sepan qué camino deben seguir así como lo que deben esperar de su entorno, fomentando así la seguridad.

A continuación,  presentamos algunas pautas para mejorar la autoestima:

  • Mostrar afecto al niño. Es importante que el niño se sienta como un individuo digno de ser querido. Podemos demostrárselo de manera no verbal (con caricias, abrazos, etc) o de manera verbal.
  • Fomentar la autonomía del niño dejándole que haga determinadas tareas adecuadas a su edad y que pueda desarrollar con un alto porcentaje de éxito. De esta manera se percibirá como alguien capaz de hacer las cosas bien y ganará en seguridad.
  • Evitar exigir la realización de metas que resulten difícilmente alcanzables para su edad.
  • Debemos mostrar nuestra alegría y aprobación ante las tareas bien realizadas y valorar más el esfuerzo que los resultados obtenidos.
  • En los casos en los que cierta actividad no está bien realizada, debemos hacérselo saber al niño, pero evitando comparaciones o expresiones del tipo: “eres tonto…” “no sabes hacer las cosas bien…”, En lugar de esto, le diremos lo que ha hecho mal, y le sugeriremos otra forma de actuación. Es importante dar al niño la oportunidad de corregir sus errores, guiándole ya que, de esta manera, le estamos indicando la manera correcta para hacer las cosas, y así aumentará la probabilidad de que en el futuro, las realice de manera adecuada.
  • Asumir las limitaciones de los niños con normalidad, dándoles la justa importancia.
  • Compartir actividades de ocio con ellos para que el tiempo compartido sea de calidad. Así, van a percibirse como parte importante de nuestra vida, se sentirán queridos y crecerá su seguridad.